Diaconado y ministerios laicales

El Plan Diocesano de Pastoral 2022-2026 anima a ir suscitando una Iglesia sinodal que crezca en corresponsabilidad. Igualmente, busca promover la existencia de equipos misioneros en las diferentes comunidades cristianas para alentar la misión evangelizadora de la Iglesia. Asimismo, suscita la formación de laicos en comunidades significativas que lleven la luz del evangelio en nuestra tierra.

Desde estas claves, la vicaría para la Sinodalidad creó un equipo de trabajo compuesto por la delegación de Catequesis y Catecumenado, la delegación de Liturgia y Cofradías y la delegación de Laicos, Familia y Vida, con el objeto de promover un plan de trabajo en nuestra diócesis de Mondoñedo-Ferrol. El objetivo de este plan era despertar las diferentes vocaciones a los ministerios y al diaconado permanente, con la finalidad de crear equipos misioneros en nuestra Iglesia diocesana. Igualmente, buscaba identificar instrumentos para acompañar los procesos de formación y discernimiento en los aspirantes.

Fruto de este trabajo se publicó el siguiente plan para nuestra diócesis:

DOCUMENTO: Por unha Igrexa máis ministerial e misioneira nesta etapa sinodal

Tres elementos confluyen detrás de este objetivo:

1. La sinodalidad

La sinodalidad no es una palabra de moda: es una forma de ser Iglesia, es la nota del ser eclesial. La Iglesia es sínodo. En ese sentido busca caminar juntos las diferentes vocaciones en la única misión a la que es enviada por el Espíritu de Jesús. Conlleva, por tanto, una conversión: dejar atrás clericalismos para construir juntos una Iglesia fundada sobre el sacramento del bautismo y no sobre el sacramento del orden sacerdotal. Ello implica la implicación de todos en la marcha y la misión de la Iglesia, desde su función complementaria, pero desde la corresponsabilidad que implica la comunión.


2. El equipo misionero

Se trata de ir creando en todas las unidades de pastoral un equipo misionero. El equipo misionero es un grupo de personas que piensan, coordinan, revisan, proyectan a largo plazo, dinamizan la pastoral de un territorio parroquial o unidad pastoral. Está formado por el ministerio ordenado (los sacerdotes) y por aquellos laicos responsables de las diferentes áreas pastorales. Se reúnen periódica y frecuentemente para rezar juntos, coordinarse y afrontar juntos los retos de la evangelización y de la organización. Es un núcleo de personas que en la comunidad son conocidos como referentes y destacan por su formación, su capacidad de liderazgo, su sentido eclesial, su experiencia de fe, su disponibilidad y su escucha al Espíritu y a lo que acontece en el territorio.

En este equipo misionero podrían participar los diáconos permanentes, personas consagradas o los laicos que hayan recibido los ministerios laicales instituidos. De esta manera, cada unidad pastoral contaría con un conjunto de colaboradores permanentes que, en corresponsabilidad y sinodalidad, llevaran la marcha de la misma. Frente al consejo pastoral, que es más grande y representativo, el equipo misionero sostiene la marcha diaria y la proyección misionera de la parroquia o unidad pastoral.


3. El animador de la comunidad

En muchas diócesis se está promoviendo la figura del “animador de la comunidad”. Se trata de despertar en cada pequeña comunidad o unidad pastoral una persona que asuma el rol de animador, de coordinador, desde la clave del servicio, nunca del poder. Se puede considerar una vocación de servicio y solo se puede entender en esta clave vocacional dentro de la comunidad. Es un discípulo de Jesús que quiere vivir de manera adulta su fe y ayudar a otros. Una persona que esté pendiente de la vida de la comunidad para acompañarla, promoverla y cuidarla: estando más cerca de la gente, es capaz de informar e informarse, de convocar, de organizar los encuentros de reflexión y formación, de organizar la liturgia y preparar los tiempos fuertes, de estar pendiente de los templos, de velar por los enfermos y los más ancianos… En definitiva, una persona de la comunidad que, ante la ausencia de los presbíteros, hace esa labor de enlace y, muy unida al ministerio ordenado, se preocupa de la misión y de la comunidad.


Los ministerios laicales instituidos

En la Iglesia el Señor va suscitando diferentes carismas y funciones a través de su Espíritu. En el cuerpo de Cristo que es la Iglesia “no todos los miembros tienen la misma función” (Rom 12,4). Algunos tienen en la Iglesia un servicio especial para la comunidad: son los ministros ordenados, que reciben el sacramento del orden (obispos, sacerdotes y diáconos). Junto a ellos, también algunos laicos pueden ejercer funciones propias de servicio a la comunidad con carácter estable y en función de su bautismo y sacerdocio bautismal. Estos servicios o ministerios se confían, por un acto litúrgico del obispo, después de completada la iniciación cristiana y una adecuada formación. Todo ministerio es una llamada de Dios para el bien de la comunidad. Se trata, por tanto, de una auténtica vocación de servicio, es una llamada a la entrega y donación de los carismas para bien de todos. Nunca podemos olvidar esta dimensión vocacional que está detrás de los ministerios laicales. Gracias a estos dos fundamentos, la comunidad cristiana puede organizar «la variedad de ministerios que el Espíritu suscita en relación con la situación concreta que vive».

Los ministerios instituidos es una forma de reconocer públicamente y establecer que la persona investida de este carisma está realizando un auténtico servicio a la comunidad. En los últimos años se han identificado tres ministerios que pueden recibir tanto varones como mujeres: el ministerio del lectorado, del acolitado y del catequista.

Varias serían las notas de todo ministerio instituido: es un ministerio laical; requiere un reconocimiento público de la Iglesia a través del obispo diocesano; requiere una estabilidad, que no se identifica con la permanencia; su origen y fundamentación se establece en función del bautismo y no del sacramento de orden; siempre son en clave de servicio, y no de poder, a la comunidad cristiana.

El ministerio del lector

· Identidad: Está al servicio de la Palabra de Dios. Es un ministerio litúrgico.

· Competencias: Además de la lectura litúrgica de la Palabra de Dios, su función es la preparación de otros lectores, la dirección de grupos de iniciación a la lectura de la Biblia, lectio divina, la preparación de los fieles para recibir sacramentos, animadores de las celebraciones dominicales en espera de presbítero…

El ministerio del acólito

· Identidad: Está al servicio del altar, el presidente de la celebración y los otros ministros.  Se trata de un ministerio litúrgico.

· Competencias: Además de la preparación de las ofrendas y del servicio al altar, es ministro extraordinario de la sagrada comunión, puede coordinar el equipo litúrgico y preparar las celebraciones, puede ayudar en la animación de las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero…

El ministerio del catequista

· Identidad: Está al servicio del anuncio y de la transmisión de la fe, en todas sus dimensiones. No es por tanto un ministerio litúrgico. Es el que más se ajusta al animador de la comunidad que deseamos.

· Competencias: Muy diversas y amplias. Al catequista instituido se le pueden encomendar tareas de formación, de trabajo en el primer anuncio, de catequesis de iniciación en la vida cristiana de niños, adolescentes o adultos, de formación permanente, reiniciación cristiana, pastoral familiar, animación de las celebraciones en espera de presbítero, acompañamiento espiritual sobre todo de enfermos, coordinación de la vida pastoral…

Para saber más
A los participantes en la Asamblea plenaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (22 de abril de 2023) (Papa Francisco)
Orientaciones sobre la institución de los ministerios de lector, acólito y catequista (CEE)


El diaconado permanente

La palabra «diácono», según su etimología, proviene del griego “diakonos”, que a su vez se deriva del latín “diacunus” cuyo significado es “servidor”. La primera referencia al diaconado es el pasaje de la institución de los siete, recogida en el libro de los Hechos de los Apóstoles 6, 1-6. Este pasaje es considerado como el momento en el que se instituye el diaconado en la Iglesia. En él se nos narra que dentro de la comunidad hay quejas por parte de un colectivo de la comunidad, las viudas de los judíos helenizantes, que no está suficientemente bien atendido. Como consecuencia, los apóstoles sugieren la elección de siete varones probados en la fe para atender a estos hermanos. El trabajo que se les designa es el “servicio de las mesas”.

Pablo VI restauró la figura del diácono permanente en un motu proprio “Sacrum diaconatus ordinem”, publicado el 18 de junio de 1967. Hasta ese momento, en los últimos siglos de la Iglesia el diaconado se había convertido en un mero paso para acceder al presbiterado. Desde entonces se establece la posibilidad de que hombres varones, tanto casados como célibes, puedan acceder permanentemente al diaconado permanente a través del sacramento del orden sacerdotal.

En este documento se señalan las normas para el restablecimiento del diaconado permanente en la Iglesia latina. Entre sus apartados se señala: “Solamente sean admitidos al “noviciado” diaconal aquellos que hayan manifestado una propensión natural al servicio. A la Jerarquía y a la comunidad” (nº 8). “El diácono debe profesar reverencia y obediencia al obispo” (nº 30). Igualmente se señalan algunas características: 1) se dedican con asiduidad a la lectura y meditación de la Palabra de Dios; 2) con frecuencia, y si es posible todos los días, participan activamente en el sacrificio de la Misa, reciben el sacramento de la Eucaristía y visitan devotamente el Sacramento; 3) purifican sus almas con frecuencia con el sacramento de la Penitencia y, con el fin de recibirlo dignamente, un examen de conciencia cada día; 4) veneran y aman a la Virgen María, la Madre de Dios con ferviente devoción (nº 26).

En relación con la vocación al diaconado hay que partir de la premisa de que es una llamada de Dios a un hombre para que desempeñe una misión en nombre de la Iglesia. Es Dios el que llama. Y la llamada es para una misión concreta: el servicio. El diácono, identificado con Cristo Siervo, es custodio por la sacramentalidad que recibe de las realidades salvíficas y lo hace en tres direcciones: la Palabra de Dios, los sacramentos y la caridad-los pobres.

Entre las cualidades que los documentos eclesiales señalan para los diáconos que tienen que hacer un proceso de discernimiento, acompañamiento y formación en las materias teológicas de la mano del obispo, son las siguientes: Personas probadas e irreprensibles, sinceras y dignas, íntegras en guardar el tesoro de la fe, generosas y compasivas, y capaces, si la tuvieren, de guiar a la propia familia (CEE nº 16; Ratio nº 30). Configurados con Cristo, que practiquen las virtudes cristianas y los consejos evangélicos, con actitud de humilde servicio en su manera de pensar y de obrar (Directorio nº 45). Conformar su vida con Cristo siervo de Dios y de los hombres (Directorio nº 47). Fe íntegra, recta intención, ciencia debida, buena fama, costumbres intachables, virtudes probadas y cualidades físicas y psíquicas (CIC., c. 1029; Ratio nº 31). Madurez humana necesaria en los diáconos: responsabilidad, equilibrio, buen criterio, capacidad de diálogo, prudencia, laboriosidad (CEE nº 16; Ratio nº 32). Se exige una edad mínima: 25 años si es célibe y 35 años si está casado (c. 1031.2; Ratio nº 35). Deben estar insertos en una comunidad cristiana y haber dado muestras de su capacidad para la labor pastoral (CEE nº 26; Ratio nº 33). El trabajo del candidato no debe desdecir el estado diaconal y debe ser compatible con la formación y desempeño del ministerio (Ratio nº 34). No debe darse ninguna irregularidad o impedimento (CEE nº 29; Ratio nº 35).

Para saber más
Normas básicas de la formación de los diáconos permanentes (Vaticano)
El diaconado permanente: Qué es y qué no es


El diaconado permanente y los ministerios laicales en nuestra diócesis

Nuestra diócesis está decididamente comprometida en la promoción de laicos para la recepción tanto del diaconado permanente como de los ministerios laicales. Para ello, tras un tiempo de formación en el propio clero, se está animando a identificar candidatos que se sienten llamados para, tras un proceso de discernimiento, comenzar su formación y acompañamiento que tendrá que ser permanente.

DOCUMENTO: Los ministerios laicales instituidos de lector, acólito y catequista
DOCUMENTO: El ministerio ordenado del diácono permanente
DOCUMENTO: Decreto de instauración del diaconado permanente en la diócesis de Mondoñedo-Ferrol


Más información y contacto

Rvdo. D. Antonio Rodríguez Basanta
vic.sinodalidad@mondonedoferrol.org
Domus Ecclesiae, Miramar, s/n, 15401, Ferrol (A Coruña)
981 353 295